¿Quién habla en el cuento?

Dios, no sólo en el espacio sino en el tiempo también.

William Faulkner, “Decálogo”

El narrador y el narratario

Una de las decisiones más importantes a la hora de escribir un cuento es quién va a narrar la historia, puesto que de eso depende la información que pueda recibir el lector y la forma que va a tomar el discurso narrativo.

Enrique Anderson Imbert dice al respecto: “En la génesis de un cuento, hay un hombre concreto de carne  y hueso que se puso a escribir.  Al escribir, pasó del plano real al plano estético. El Homo sapiens es ahora un Homo scriptor.  Pero quien habla en el cuento no es el escritor, sino un narrador.”[1]

Este ser de letras es el narrador, quien será el mediador entre el autor y el lector o narratario, esta última es una relación narrativa establecida por Genette que corresponde al modelo de comunicación (destinador/destinatario)[2].

 ¿Quién cuenta y desde qué perspectiva?

Para Genette el sujeto de la enunciación cuenta en realidad siempre en primera persona.  Es decir, quien habla, siempre será un yo, y el interlocutor, siempre un tú.  Él organiza la focalización, es decir, la perspectiva en tres códigos básicos:

1)  La focalización cero o no focalización donde el narrador es lo que llamamos omnisciente, Pimentel lo explica de la siguiente manera:

“el narrador [con focalización cero] se impone a sí mismo restricciones mínimas: sale y entra ad livitum de la mente de sus personajes más diversos, mientras que su libertad para desplazarse por los distintos lugares es igualmente amplia”[3]

2) La focalización interna donde el narrador coincide con la mente de un personaje.  Aquí hace tres distinciones: Cuando se trata de la focalización desde un solo personaje durante todo el texto, se trata de una focalización interna fija.  Este sería el caso de un narrador personaje, entre otros.  Si se diera el caso de que existiera una narración donde el peso narrativo se repartiera en dos personajes estaríamos hablando de una focalización interna variable.  Pero también puede suceder que en un texto varios personajes tomaran la narración para contar su versión de la historia, o fuera una narración epistolar, entonces estaríamos hablando de una focalización interna múltiple.

3) La focalización externa en la que el narrador no tiene acceso a la mente de ningún personaje, puede seguir la ubicación espacial de los personajes, pero no puede saber nunca lo que están pensando, ni sus intenciones.

Esta clasificación resulta muy útil al momento de ubicar el lugar del narrador con respecto a la historia.  Sin embargo, para los fines de este trabajo, que pretende utilizar algunos elementos de las teorías literarias como herramientas para la pedagogía de la escritura literaria, específicamente el cuento, considero que es necesario enriquecer  la teoría de Genette con otros criterios que complementen la intención didáctica, por lo que incluyo aquí además de categorías utilizadas por el estructuralista francés, algunos conceptos de otros teóricos como  Pouillon,  Todorov, Booth y otros, como lo hizo Alberto Paredes en su libro Las voces del relato[4].

También la doctora Beristáin en su libro Análisis estructural del relato, hace una muy interesante generalización sobre la manera en que los diversos autores se han acercado al  tema, que a fin de cuentas se centra en quién habla y quién ve y desde dónde.

Lo que Todorov llama “aspectos” de la narración no son sino las “perspectivas”  de Kayser, las “situaciones narrativas” de Stanzel, las “visiones” de Pouillon, los “modos narrativos” de Genette que incluyen “distancia” (estrategias de presentación del discurso), “focalización” (perspectiva) y “voz” (ubicación del narrador en los niveles de la diégesis), y los “puntos de vista” de los ingleses como Lubbock, Friedman, Booth y otros.  Cada uno de estos términos […] procuran aclarar en qué consiste la función del narrrador.[5]

A través de mi experiencia como escritora y también en el aula, considero que mientras más definida y más específica sea la figura del narrador que deseamos aplicar, nos será más fácil comprender y acceder a la técnica narrativa  necesaria en cada texto, es por esa razón que juzgué necesario incluir a otras perspectivas que me ayuden a exponer la gama de posibilidades del narrador.

El autor implícito y el autor empírico, el lector implícito y el lector empírico.

Antes que nada, es pertinente hacer notar la diferencia entre el/la escritor/a (ser humano de carne y hueso)[6] y el narrador de una historia.  Óscar Tacca, en su libro Las voces de la novela, dice que “La categoría de ‘autor’ es la del escritor que pone todo su oficio, todo su pasado de información literaria y artística, todo su conocimiento e ideas (no sólo las que en la vida sustenta) al servicio del sentido unitario de la obra que elabora.” [7]    Aclara que la imagen de ‘autor’ es una convención ideal.   Pero aún este autor ideal, no es en definitiva el narrador de una historia, sino el encargado de crear a dicho narrador.

Según Alberto Paredes,  “La persona que cuenta la novela o el cuento no es propiamente el autor, sino aquel ser que dentro del texto personifica una proyección singular del autor como emisor del discurso literario.”[8]  Para diferenciar al ser humano de la figura que escribe un texto. W. Booth crea la categoría de autor implícito, misma que representa al autor específico de una obra cuyo trabajo se centra exclusivamente en lo que está escribiendo.

Como se trata de una categoría difícil de comprender, cito lo que propone  Paredes para explicar al autor implícito:

“…entidad [que] no tiene correspondencia forzosa con el narrador.  Son dos [narrador y autor implícito] figuras del autor en distinto nivel.  Aun cuando en muchas obras se da esta correlación, porque el narrador representa con apego la conducta y la identidad del autor,[…]teóricamente no debe cumplirse fidelidad alguna…”[9].

Y la entrada del Glosario de narratología complementa la informacíón:

“AUTOR IMPLICITO. La voz que desde dentro del DISCURSO novelístico, de cuya estructura participa como sujeto inmanente de la enunciación, transmite mensajes para la recta interpretación de la HISTORIA, adelanta metanarrativamente peculiaridades del DISCURSO, hace comentarios sobre los personajes, da informaciones complementarias generalmente de tipo erudito, e incluso transmite contenidos de evidente sesgo ideológico.  Por todo ello tiende a confundirse con el AUTOR EMPIRICO, del que sin embargo, debe ser distinguido radicalmente.”[10]

El autor empírico es una persona histórica total, de carne y hueso que tiene familia y que en la calle no anda contando historias, sino que maneja su automóvil, va a un restaurant y es capaz de escribir no una obra, sino muchas en las que tendrá que convertirse en diversos autores impíicitos, según la obra que emprenda.

El autor implícito se comunica directamente con un  lector implícito que es su lector ideal, en quien está pensando como perfecto leyente de su obra, quizá es un desdoblamiento de sí mismo como lector.  Según Luz Aurora Pimentel:  “el autor, al construir su texto, tiene en mente un tipo de lector al cual va dirigido su discurso, y que, simétricamente, ha sido llamado <<lector implicito>> o <<virtual>>.”[11]

Obviamente, el autor empírico es un ser humano igual que el lector empírico.  La doctora Pimentel aporta una interesantísima aclaración al término: “Todo lector real está, por así decirlo, invitado a jugar un papel dentro del texto, a ocupar un lugar definido por el lector implícito, aunque es evidente que no estará obligado a ocuparlo de manera pasiva.”   Es decir que para que se cierre el círculo del acto literario, debe existir un receptor que lo deconstruya y lo reconstruya a través de su propia carga de subjetividad,  de ahí la importancia enorme de la función del lector, que es ni más ni menos que la de co-creador de la obra.


[1] Véase Enrique Anderson Imbert, Op. Cit., p. 44.

[2] Véase Luz Aurora Pimentel, El relato en perspectiva. Estudio de teoría narrativa,  México, 2008,  p.174.

[3] Véase Luz Aurora Pimentel, Op.Cit., p.98

[4] Véase Alberto Paredes, Las voces del relato, Jalapa, Universidad Veracruzana, 1987.

[5] Véase Helena Beristáin, Análisis estructural del relato,  México, UNAM-Limusa, 1999, pp. 111-112.

[6] Véase H. Beristáin, Diccionario de retórica y poética, Op. Cit.,y D. Villanueva, Op. Cit..

[7] Véase  Óscar Tacca, Las voces de la novela, Madrid, Gredos, 1978, pp.17-18.

[8] Véase Alberto Paredes, Op. Cit.p.29.

[9] Véase Alberto Paredes, Op.Cit. p.30.

[10] Véase Darío Villanueva, Op. Cit.

[11] Véase Luz Aurora Pimentel, Op. Cit. p.174

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